Reportaje sobre Ibiza publicado en la revista Ronda Iberia por Xescu Prats, periodista y coautor de esta web. En este post puedes leer el reportaje completo y descargar el PDF de la publicación en la revista que se distribuye en el mes de mayo en los aviones de Iberia.
Ibiza, la isla universal
Por Xescu Prats
La verdadera magia de Ibiza radica en su capacidad mítica para adaptarse a todo tipo de personas. Esta pequeña isla mediterránea atrae a aventureros, familias en busca de unas vacaciones tranquilas, jóvenes de fiesta, parejas, gourmets y bon vivants… Entre calas perdidas, pueblos encalados y una naturaleza exuberante, aguarda una Ibiza para cada viajero.
Dalt Vila, la fortaleza renacentista
Las murallas de Ibiza, declaradas Patrimonio de la Humanidad, son el principal monumento de la isla. Destacan por su estado de conservación y fueron construidas en 1555, por orden de Felipe II, para salvaguardar a la población de los piratas berberiscos. Sobrevolar los barrios marineros paseando por sus siete baluartes y recorrer el laberinto de calles encaladas, constituye la experiencia más emocionante que ofrece la ciudad. Del 8 al 11 de mayo son escenario de la feria Eivissa Medieval, evento que reúne a más de 100.000 personas todos los años.
De cala en cala
El deporte nacional de ibicencos y veraneantes es disfrutar el verano de cala en cala. Sus 210 kilómetros de costa albergan más de 80 playas. El variado paisaje, que alterna tramos de costa baja con abruptos acantilados, conforma un paraíso para navegar y buscar rincones apartados. Incluso en agosto se pueden hallar pequeñas bahías solitarias. Cala Vedella, en la fotografía, es una de las más populares del sur de la isla. Como tantas, destaca por la calidad de sus chiringuitos de pescado y su ambiente familiar.
Pueblos de cal y piedra
El paisaje rural de Ibiza se caracteriza por el contraste entre el verdor de los bosques abigarrados de pinos y la arquitectura de cal y piedra que salpica los montes. Los pueblos, en su mayoría, son pequeños, pero albergan atractivas terrazas y bares típicos, que se agrupan alrededor de las rústicas y relucientes iglesias. Antaño, los ibicencos construían recias masías a palmos y pies y, a menudo, las dotaban de sólidas torres de piedra, para refugiarse durante los desembarcos piratas. En la fotografía, el Poblado de Balàfia, en Sant Llorenç.
Mercadillos, la herencia ‘hippie’
En Ibiza, los mercadillos surgen con la llegada de la cultura ‘hippie’, en los sesenta. Sus integrantes, procedentes de todo el mundo, abandonaban por un rato las comunas para vender artesanía en el entorno de las murallas. Hoy existen múltiples mercadillos, en los que se encuentra desde moda Adlib –el estilo blanco de la isla–, a todo tipo de abalorios y objetos decorativos. En verano, por las noches, puede visitarse el del puerto de la capital, aunque los más famosos son Punta Arabí, los miércoles, y Las Dalias (en la imagen), los sábados, con docenas de puestos de auténticos artesanos.
Sabores intensos y marineros
La tradición marinera y la cultura gastronómica, con recetas antiguas repletas de sabor y gran variedad de productos, conforman uno de los mayores atractivos de la isla. Hay docenas de chiringuitos y restaurantes dispersos por el campo, donde degustar arroces y platos emblemáticos, como el ‘bullit de peix’, la frita de pulpo o la parrillada de pescado y marisco. Del 8 de mayo al 8 de junio se celebran además las jornadas gastronómicas del cordero ibicenco, con sabrosas recetas locales y creativas, a precios muy económicos, en las que participan 30 restaurantes.
La fiesta perpetua
Uno de los rasgos característicos de Ibiza es la fiesta. Su imagen de territorio de diversión es tan potente que ha acabado haciendo sombra a los demás atractivos de la isla, que, sin embargo, conviven sin sobresaltos. Los marchosos, en Ibiza, pueden bailar las 24 horas. La fiesta suele comenzar en los Beach Club de Ses Salines o Platja d’en Bossa, para seguir en las terrazas de la puesta de sol de Sant Antoni, en los bares del puerto, en sus famosas discotecas y la última novedad: las fiestas en barcos de lujo. Al día siguiente, vuelta a empezar.
Los islotes, que se suceden en todas direcciones frente al horizonte de Ibiza –como Tagomago, Sa Conillera, S’Espartar o S’Illa des Bosc–, confieren un atractivo y una variedad insólita a su paisaje. De entre ellos destaca Es Vedrà, en la costa suroeste, cuya altura prácticamente alcanza la de Sa Talaia de Sant Josep, el monte más elevado de la isla. En el siglo XIX, el ermitaño carmelita Francisco Palau pasó largas temporadas recluido en una cueva del islote. Desde entonces, se le atribuyen todo tipo de propiedades esotéricas.
2.600 años extrayendo sal
Los estanques del Parque Natural de Ses Salines, que ya utilizaban los fenicios en el 600 a.C. y hoy siguen produciendo sal, esbozan una postal ajedrezada, donde el agua adquiere distintos colores y tonalidades. A sus pies, extensas playas vírgenes, como Ses Salines o Es Cavallet, dos torres costeras de defensa y una impresionante variedad de aves, con flamencos y cormoranes. La isla cuenta con otras dos grandes áreas protegidas: Es Amunts, que abarca zona norte de la isla, y la Reserva de Es Vedrà y los Islotes de Poniente, al oeste.
Tradiciones ancestrales
Las tradiciones culturales de los ibicencos contrastan intensamente con la versión más noctámbula de la isla. A lo largo del año, los pitiusos rinden homenaje a santos y patronos en todos los pueblos. El mítico ‘ball pagès’ (baile campesino), cuyo origen se pierde entre la bruma del tiempo y las civilizaciones antiguas, es una danza ritual de cortejo primitiva e inédita, al son del tambor, la flauta y unas gruesas castañuelas de enebro. En verano, se disfruta especialmente en las fiestas que se celebran en los pozos y manantiales de la Ibiza rural.
En busca del ocaso
Unos minutos antes del atardecer, toda Ibiza se moviliza para encontrar el mejor lugar para despedir el día y contemplar como el océano engulle al astro rey. La costa de Ses Variades, en Sant Antoni (en la imagen), constituye el lugar más multitudinario para contemplar el fenómeno. Los dj’s de terrazas tan universales como Café del Mar o Mambó le ponen ritmo al fenómeno. Otros prefieren disfrutarlo en entornos más tranquilos, como Platges de Comte, Cala d’Hort o Benirràs, en la costa norte, donde el ocaso transcurre al son de los tambores.